Mientras la atención de la comunidad internacional está en la crisis de Níger, que en OSINT Sahel hemos seguido casi día a día en Twitter y con varios artículos en nuestra página web, otra crisis se avecina en la vecina Mali.
Antecedentes.
La paz en el norte del país y las fuerzas rebeldes del norte del país fue firmada en Argel en 2015. Una de las garantías de aquel acuerdo de paz fue el despliegue en el norte del país de los cascos azules de Naciones Unidas de la MINUSMA (Misión Multidimensional Integrada de Estabilización de las Naciones Unidas en Mali). Para los grupos rebeldes la presencia de una fuerza de paz multinacional era garantía de que se respetara el acuerdo y se respetaran los derechos humanos de la población maliense.
Sin embargo, desde la ruptura de los acuerdos militares de Mali y Francia, que colocó a Rusia como principal aliado de la junta militar, se han sucedido acciones armadas de las fuerzas gubernamentales y sus aliados rusos que se han saldado con un considerable número de víctimas civiles. El caso más grave es la llamada Masacre de Moura, que mereció una investigación de Naciones Unidas.
El pasado 16 de junio de 2023 el representante especial del secretario general de Naciones Unidas y jefe de la MINUSMA presentó ante el Consejo de Seguridad de Naciones Unidas un informe donde en su página 6 se señalaba como responsable de la masacre de Moura a “tropas de las fuerzas armadas malienses y de personal de seguridad extranjero”. El contenido del informe ya era conocido y el ministro de Asuntos Exteriores de la junta militar de Mali respondió solicitando la retirada de MINUSMA “sin retraso”, en lo que era el choque definitivo tras un deterioro de relaciones entre la junta militar y MINUSMA prolongado en el tiempo. Finalmente, Naciones Unidas decidió no prolongar la presencia de MINUSMA en Mali, poniendo fin así a la misión de los cascos azules en el país. [Véase anteriormente en OSINT Sahel: “Mali pide la salida de la fuerza internacional MINUSMA del país «sin retraso»”].
Para los grupos rebeldes del norte de Mali encuadrados en el Marco Estratégico Permanente por la Paz, la Seguridad y el Desarrollo (CSP-PSD por sus siglas en francés) la salida de MINUSMA era un hecho preocupante por la salida de observadores neutrales del país, además de que los cascos azules servían sobre el terreno de garantes del acuerdo de paz de 2015. También los grupos que formaban el CSP-PSD habían mostrado su rechazo a la reforma constitucional aprobada en el referéndum del 18 de junio de 2023 que dio paso en Mali a la IVª República con un marcado carácter presidencialista. [Véase anteriormente en OSINT Sahel “Grupos del norte de Mali contrarios a la salida de MINUSMA”]. Tras estos desencuentros, lo que asistimos es a episodios de violencia en el norte de Mali que enfrentan a la junta con los grupos rebeldes tuareg.
La salida de MINUSMA abre una nueva ola de violencia.
El pasado día 11 de agosto, dentro del repliegue escalonado de las fuerzas de MINUSMA, los cascos azules desalojaron su base de Ber (en la región de Tombuctú), que fue ocupada por el ejército de Mali. La base había albergado un contingente de cascos azules de Burkina Faso de 200 militares. El plan de Naciones Unidas era replegar en una primera fase antes del fin de agosto de 2023 las fuerzas de los campamentos de Ogossagou, Ber, Goundam y Ménaka.
Para las autoridades de Mali tomar control de la base de Ber suponía recuperar la presencia en aquel territorio después de diez años. Ya sin la presencia de cascos azules, se procedió a hacer efectiva la presencia del Estado maliense y desalojar a los grupos rebeldes. Según las fuerzas armadas de Mali, los días 11, 12 y 13 de agosto tuvieron lugar incidentes armados con grupos rebeldes en los que hubo tiroteos y se emplearon artefactos explosivos improvisados.
Durante los siguientes días se difundieron vídeos de militares malienses izando la bandera tricolor en edificios, retirando banderas rebeldes y paseando entre la población local. Uno de los vídeos difundidos mostraba a un ciudadano europeo, posiblemente de origen ruso, en una escena donde se quemaba la bandera del Movimiento Árabe de Azawad. Precisamente ese grupo había abandonado el 1 de agosto el CSP-PSD en un contexto de reproches y acusaciones entre los grupos rebeldes del norte de Mali.
Los últimos incidentes en el norte de Mali han implicado a la fuerza aérea de Mali, tal como confirman los vídeos que muestran el sobrevuelo de un Aero L-39. Se trata de un aparato que formó parte de las transferencias de material militar procedente de la fuerza aérea de Rusia que ha recibido Mali. [Véase anteriormente en OSINT Sahel “Un nuevo socio estratégico: la fuerza aérea de Mali y el material recibido de Rusia.”].
Según las fuerzas armadas malienses los ataques aéreos tuvieron como objetivo a “grupos armados terroristas”. Según las fuentes locales del norte de Mali, los ataques habrían tenido como víctimas a civiles y sus rebaños, repitiéndose una dinámica habitual de versiones encontradas y contradictorias.
La ruptura de la unidad entre los grupos rebeldes hasta ahora encuadrados en el Marco Estratégico Permanente por la Paz, la Seguridad y el Desarrollo y la retirada de los cascos azules del norte de Mali pueden verse como una oportunidad por parte de las autoridades de Mali de recuperar la presencia del Estado en el norte del país con métodos expeditivos ante la falta de testigos internacionales. La sucesión de incidentes violentos, con víctimas locales, pueden estar creando las bases para una nueva ola de violencia. La experiencia en Mali de los métodos de la junta militar en su lucha contra el yihadismo nos puede servir de referente de la sucesión de incidentes con numerosas víctimas civiles y del atropello de los derechos humanos que nos espera.
Tengo la sensación de que en los cuarteles de la inteligencia occidental que trabajan en la región (entre ellos los españoles) no hay nadie trabajándose una narrativa y elaborando un plan de acción boca a boca y en redes sociales para cargar a la junta militar y a los rusos con aumento de la violencia y los muertos.
Luego se quejarán de que, como siempre, han perdido «el relato».