El pasado viernes 16 de junio El-Ghassim Wane, representante especial del Secretario General de Naciones Unidas y jefe de la Misión Multidimensional Integrada de Estabilización de las Naciones Unidas en Mali (MINUSMA) compareció ante el Consejo de Seguridad de Naciones Unidas para presentar su informe sobre la situación del país. Dicha comparecencia fue respondida por el ministro de Asuntos Exteriores de Mali, Abdoulaye Diop, quien declaró que la MINUSMA “no ha sido capaz de proveer respuestas adecuadas a la situación de seguridad de Mali” y “parece haberse convertido en parte del problema por alimentar las tensiones comunitarias”.
El asunto de fondo, al que el ministro Diop se refirió como “acusaciones de extrema gravedad y que son muy perjudiciales para la paz, la reconciliación y la cohesión nacional» es la Masacre de Moura. En esa localidad de la región de Mopti varios cientos de civiles fueron asesinados entre el 27 y el 31 de marzo de 2022. Pocas semanas después la organización Human Rights Watch informó que en Moura murieron 300 personas en lo que calificó como la “peor atrocidad de la que se ha informado en Mali en una década de conflicto”. La misma organización afirmó entonces haber recogido el testimonio de numerosos testigos locales que culpan a de la masacre a las fuerzas gubernamentales y a otra compuesta por personal no africano y que no hablaba francés, lo que apuntaría a ciudadanos rusos. La mayoría de las víctimas fueron identificadas como pertenecientes a la etnia fulani (también conocida como peul), tradicionalmente nómada y pastoril. El reciente informe del jefe de la MINUSMA señala en su página 6 como responsable de la masacre de Moura a “tropas de las fuerzas armadas malienses y de personal de seguridad extranjero”.
Según el ministro Diop, la acusación de Naciones Unidas, que apunta directamente a las fuerzas gubernamentales, “está generando un sentimiento de desconfianza de la población maliense hacia MINUSMA y una crisis de confianza entre las autoridades de Mali y MINUSMA”. Así que a continuación solicitó el retiro de la fuerza internacional del país “sin retraso”.
La reacción de las autoridades malienses al informe de Naciones Unidas ha incluido acciones judiciales contra los miembros de la comisión investigadora, a los que se les acusa de delitos como “espionaje”, de “dañar la moral de los ejércitos de tierra o del aire” y de “dañar la seguridad exterior del Estado”. El comunicado del fiscal general menciona expresamente que los delitos tienen vinculación con la investigación de lo sucedido en Moura.
Por un lado, la solicitud de retirada de la fuerza multinacional MINUSMA es el reflejo de la percepción extendida en Mali de la escasa efectividad de las fuerzas externas para lograr la paz en el país, donde la violencia yihadista no sólo se ha cronificado, sino también extendido a otros países de la región. El fenómeno refleja las limitaciones de los “cascos azules” de Naciones Unidas para pacificar un territorio, pero también de lo complicado que ha resultado luchar contra insurgencias yihadistas en todo el mundo desde el 11-S. No se puede decir que el balance sea brillante y positivo. Véase al respecto: «La intervención europea en el Sahel: lecciones a desaprender«.
Por otro lado, hay que recordar que MINUSMA nació en el contexto del vacío de poder generado en Mali por la rebelión tuareg en el norte del país, que precedió a la toma posterior del poder por parte de los yihadistas. Así que la presencia de MINUSMA en el país era una garantía para los habitantes del norte. Precisamente, la región norte del país es la que menos participó en el referéndum constitucional del pasado domingo 18 de junio. Así que se puede extender la idea en el norte de Mali que la salida de la fuerza MINUSMA rompe los consensos sobre los que se construyó la convivencia pacífica con Bamako. La falta de una fuerza internacional en Mali sólo podrá hacer más recurrentes las masacres como la vivida en Moura.
La MINUSMA ha cumplido sobradamente el objetivo para el que fue creada: evitar el colapso del Estado maliense que en aquellos momentos estaba a merced de las bandas islamistas (todavía no eran yihadistas) del Norte.
Ya es otra cosa que luego se pensara que esa misma misión iba a servir para erradicar el terrorismo yihadista de todos los colores que ha ido creciendo en la región o que quienes han tomado el mando en Mali sean una banda de malotes que piensen que Wagner es la mejor herramienta para el progreso del país.
Esos son temas distintos y tu post responde negativamente al primero de ellos.
En cuanto al segundo tema, desde el punto de vista de los intereses españoles en la región, simplemente nos toca retirar las tropas y ver desde la distancia cómo se matan entre ellos. No creo que haya nadie que piense que nos corresponde a nosotros poner los muertos para salvar a un país que no quiere ser salvado.