Parece que las juntas militares del Sahel tienen el cartel de “abiertos para los negocios” y no hay semana que no traiga una agenda cargada de reuniones de exteriores, vistas de altos funcionarios o acuerdos comerciales. El pasado mes de febrero el grupo marroquí Cementos de África (CIMAF) ha puesto el primer ladrillo de la construcción de una fábrica en Sikasso (Mali). La cementera creará 2.500 puestos de trabajo directos e indirectos y producirá 1 millón de toneladas con un proyecto que costará 50 millones de dólares. Aunque la multinacional cementera es de capital privado, la iniciativa pública marroquí también ha celebrado recientes acuerdos en Mali en campos tan importantes como la inmigración, donde el embajador de marruecos en el país reiteró la determinación de acompañar al Centro de Información y Gestión de las Migraciones (CIGEM) en conseguir sus objetivos en el campo migratorio entre Marruecos y Mali.
Desarrollo económico de iniciativa privada y cooperación diplomática en áreas de vital importancia son una manera simbólica de representar una nueva etapa de acuerdos comerciales que ya se anunció en el mes de diciembre en Marrakech, donde los máximos diplomáticos de Marruecos, Burkina Faso, Chad, Malí y Níger acordaron impulsar la cooperación. La iniciativa persigue consolidar la propuesta que el rey marroquí Mohammed VI lanzó a principios de noviembre para dar acceso al Océano Atlántico a los países del Sahel. El rey supedito el éxito de la iniciativa a la mejora de las vías de comunicación y el desarrollo de infraestructuras a través de Mauritania. No en vano esta propuesta para Níger, Burkina Faso y Malí ofrece una alternativa tras la deseada salida de Francia de la región y más flexibilidad a la hora de negociar con la ECOWAS.
Representantes de todos los países implicados expresaron las ventajas de esta propuesta. La televisión pública marroquí SNRT retransmitió las declaraciones de Naser Burita, ministro de Exteriores marroquí, en un discurso durante el encuentro donde el desarrollo económico no sólo sería la “clave” para los problemas del Sahel sino que ayudaría a crear un “epicentro de paz y seguridad”. Por su parte, Abdullah Diop, ministro de Asuntos Exteriores maliense, señaló que la iniciativa marroquí tendría un impacto no solo en sus economías mejorando su balanza de pago, sino en el comercio internacional. Bakary Yaou Sangaré, ministro de Exteriores nigerino, criticó a “varios socios, entre ellos a Francia” y calificó al país magrebí como “ de verdadero amigo”. Sin duda este tipo de acuerdos aporta reconocimiento a nivel internacional a las actuales juntas militares.
Las reacciones políticas se adelantaron a los acuerdos comerciales y en menos de un mes del anuncio de Mohamed VI, los medios ya adelantaban la posibilidad de que Mali apoyase la soberanía marroquí sobre el Sahara Occidental. En esta línea, el ex ministro mauritano de Asuntos Exteriores declaró que el ex presidente maliense Ibrahim Boubacar Keïta entendía la importancia de Marruecos no solo en Mali sino en toda la región. La creación de un instituto para formar imanes que promuevan un Islam pacífico en el actual contexto de violencia yihadista sería algo que no solo Mali agradecería sino toda la región. Las declaraciones recogen que el ex presidente maliense defendía la integridad territorial marroquí pero que no se expresaba explícitamente para no tensionar las relaciones con Argelia. La relación de Marruecos podría ser especial en la región por lo que respecta a su inferencia entre las relaciones de Bamako y Argel. Si bien hay que decir que bancos y empresas de fosfatos marroquíes ya tenían presencia en el Sahel.
La opción atlántica que Marruecos quiere ofrecer a los países del Sahel no solo es una opción en términos de acceso a través de puertos sino también un refuerzo al mega proyecto de un gaseoducto submarino Nigeria-Europa que bordea África Occidental. El proyecto seguiría un trazado de 7.000 kilómetros y tendría ramales que conectarían a nueve países, aprovechando el gaseoducto ya existente que beneficia a Benín, Togo y Ghana. La ministra de Transición Energética de Marruecos, Laila Ben Ali, declaró en una sesión ante el Parlamento que “los estudios han demostrado la viabilidad económica del gaseoducto transfronterizo”. El proyecto tardaría en construirse 25 años y tendría un coste estimado entre 20.000 y 25.000 millones de euros. El pasado mes de diciembre tanto fuentes oficiales marroquíes como de Nigeria informaron que el proyecto sigue adelante.
El proyecto de gaseoducto que pasa por Marruecos se enfrenta a otro alternativo, el proyecto del gaseoducto subsahariano (TSGP). Se trata de una infraestructura que conectaría Nigeria con Europa por una ruta más directa de 4.128 kilómetros atravesando Níger y Argelia. Desde la parte nigeriana, Yusuf Tuggar, ministro de Asuntos Exteriores, aseguró que el proyecto ha presentado “progresos significativos y notables”. Sin embargo, este gasoducto se enfrenta a un recorrido de 841 kilómetros por Níger, altamente inestable. De momento, ambos proyectos no sólo rivalizan en conectar a Nigeria con el mercado europeo, sino que colocan a Marruecos y Argelia, rivales geopolíticos, como competidores por el papel de nodos energéticos.
Marruecos siempre ha tenido una política africana que cumplía distintos objetivos. Hoy toma partido en el tablero donde las nuevas juntas están reconfigurando las alianzas en la región. Con estos nuevos acuerdos de acceso al Atlántico, Marruecos refuerza su política africana de acuerdos bilaterales, desarrollo empresarial e influencia religiosa. Y si bien todas estas iniciativas tienen valor en sí mismos, también coinciden con la visión nacionalista y expansionista del irredentismo marroquí que lleva hasta el corazón del Sahel su esfera de influencia regional.